La mayoría de las personas sabemos percibir en los bebés la paz, la inocencia y esperanza que habita en ellos cuando se encuentran dormidos, verlos así, casi inmóviles salvo su respiración imperceptible es muy placentero; pero esa tranquilidad que emanan se vuelve directamente proporcional a la inquietud que provocan cuando no paran de llorar.
Siendo esta escandalosa actividad su única manera de expresar sus necesidades o incomodidad no queda más que atender cualquiera de las situaciones probables de insatisfacción.
Entre las soluciones más socorridas a lo largo de la historia se encuentra la interpretación de canciones de cuna o nanas. Existe la hipótesis de que estos cantos nacieron como una técnica usada por las madres para calmar a sus bebés y su justificación proviene de la universalidad de las canciones de cuna, pues existen en prácticamente todas las culturas.
Las nanas tienen temas variados, algunos son tranquilizadores y alegres pero hay otros que son inquietantes e incluso, si algún bebé entendiera la letra, serían terroríficos; otros simplemente reflejan el cansancio de las madres y la urgencia de que la criatura en cuestión caiga dormida lo más pronto posible para poder descansar.
La finalidad de las canciones para dormir es la demostración de cariño y ternura, a través de ellas se establece uno de los vínculos más fuertes que existen que es el de padres e hijos; es un lenguaje en donde las palabras son lo menos importante pues la expresión, la musicalidad y el ritmo son lo más cercano que tendrán los pequeños a los latidos del corazón de su madre con los que se ha desarrollado por meses.
A lo largo de la historia podemos encontrar un sinfín de ejemplos de canciones de cuna, desde tradicionales anónimas que se han vuelto del dominio público y que curiosamente son las más cantadas, como el “duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te comerá” hasta las compuestas por músicos prestigiosos como Johannes Brahms y su famoso “Wiegenlied”.
Una de las nanas que a mi parecer es de las más emotivas, es la canción “Drume negrita”, compuesta por el cubano Eliseo Grenet (1893-1950). Este conmovedor canto narra de manera melancólica la angustia de una madre afrocaribeña por no poder comprar a su hija lo que necesita, en este caso una cunita más grande y la promesa de traerle un mamey si la pequeña se duerme, como si la niña se viera obligada a dormirse con hambre. Cantada y difundida por grandes intérpretes como Atahualpa Yupanqui, Bola de nieve y la magnífica Mercedes Sosa, esta canción de cuna se ha convertido en un arrullo imprescindible de las madres latinoamericanas.
En esta ocasión el ensamble SOLO 4 se enorgullece al presentar el estreno de un arreglo de “Drume negrita” realizado por Tatiana Burgos De Santiago, contralto del grupo, elaborado con una delicadeza y buen gusto como pocos. Ojalá que logremos arrullarlos.
Pintura, Bright Dankyi Mensah
Liliana Valadez, 21 de Septiembre del 2020